Navegando pore ahi me encontre en el Rare.bulletrain el sigueinte articulo ahi lo pongo solo para no dejar
Ética en el diseño gráfico
Hace algunos meses hubo un debate muy interesante en efimera.org sobre la ética de los diseñadores gráficos. Empieza como una crítica al ombliguismo de cierto sector… en concreto, a todos esos diseñadores de tendencia, que viven pegados a sus Experimenta y sus Neo2, que se interesan más por los fuegos artificiales que por la comunicación, etcétera. Pero pronto deriva en algo más: ¿La ética profesional consiste en aceptar sólo encargos de empresas moralmente impecables, o en hacer bien nuestro trabajo independientemente del cliente? ¿Qué responsabilidad tiene el diseñador en la publicidad? (¿Es un generador, un pensador de publicidad o un mero peón del anuncio?) ¿Es el diseño gráfico sólo publicidad? ¿No se trata esto de comunicación visual? ¿A quién pertenece la comunicación?
Uno de mis traumas adolescentes era que, por muchas burradas que dijeran la tele o los periódicos, yo no podía contestarles… así que ya no les hago ni caso. La comunicación o es bidireccional o es una porquería. Cuando lanzas algo, tienes que estar abierto a recibir reacciones. Por eso me preocupa la interactividad con los receptores del diseño, de la comunicación: una forma podría ser dejando pequeños detalles inacabados, invitando a llenar ese hueco… el vacío como libertad. Hay formas de comunicación y arte que incitan a abrirse, a comunicarse. Escuchando cierta música, me siento mejor, inspirado para hacer cosas buenas… incluso, me animo a tocar y a escribir canciones yo también.
Tristemente, esto me pasa muy contadas veces con la televisión y la radio masivas, esas que presumen de grandes audiencias. Sólo podrían satisfacerme si me suicidara intelectual y sensorialmente. Porque no quieren satisfacerme, quieren que yo les satisfaga a ellos. Detrás de la canción del verano no está una discográfica cutre ni un pseudoartista de chiste, sólo un mensaje: "Estate quieto, no te resistas, amóldate". Toda incitación a hacer algo se reduce a consumir algo. A la tele no le interesas tú, no quieren que inventes ni que hagas nada. Quieren que me aliene, que me de asco a mi mismo y pierda (o no gane) mi autoestima, para luego venderme soluciones que no son tales. ¡No hay felicidad en un coche, diablos! La felicidad no es tener el pelo liso, ni cenar en McDonald’s. Es más, creo que eso de la felicidad es un invento de los publicistas para mantenernos enganchados a sus promesas: y claro, ¿cómo van a agotar un producto que no existe? ¡La felicidad, la verdad, el amor! ¡Reclamos para mantenernos siempre ansiosos, expectantes, nerviosos! ¡Promesas que jamás se cumplirán! Y entre tanto, para calmar los nervios y sentirnos algo mejor (algo muy necesario, dada la mierda viviente que nos sentimos), consumimos. Cualquier cosa. Comida (para luego sentirnos culpables también por el sobrepeso), alcohol (sin comentarios), basura con barniz cultural (best sellers, discos anunciados en televisión). Etcétera.
Creo que la publicidad, en un primer momento, era sinónimo de comunicación, en el sentido de que servía para informar de que yo tenía algo que te podía interesar. Y eso está bien, porque la comunicación significa conexión con el mundo, con la realidad. Pero hemos llegado a un momento en el que no importa qué anuncies, sino llamar la atención, a cualquier precio. El mundo está saturado de publicidad y ésta se ha convertido en una realidad en sí misma, una realidad donde no existe la neutralidad ni el descanso, donde un montón de manos me agarran y desgarran. Y claro, eso me pone de los nervios.
¿Qué puedo hacer yo como diseñador gráfico, metido en este ambiente?
Sobre todo, no pensar que voy a cambiar el mundo, porque luego vienen los tortazos y las depresiones y las compras masivas de helado. Y eso es hacerle el juego al estado actual de las cosas. Tengo que ser realista, explorar mis imperfecciones y disfrutar de cosas reales. Si puedo, estimular a quienes me rodean. (Nota mental: es curioso, en televisión me venden el odio a mí mismo con sonrisas, y mucha gente con la que aprendo me golpea, como Nietzsche). Creo que un diseñador tiene que servir a cosas nobles como la salud y la inteligencia; a la vida buena, vamos. Un diseñador nunca tendría que perder contacto con el resto del Universo, hablar de cosas que nos importan de verdad, darnos la mano, abrazarnos, golpearnos, contarnos los sueños sin decir despues "bah, es una chorrada", ayudar, reinventar códigos… ¡hay tanto por hacer! Y las personas no somos malas, en general, pero hay mucha vagancia y apatía sueltas, cosas que con el tiempo llevan a degradarnos en todos los sentidos y nos hacen malos en cierto sentido.
Ya descansaremos cuando estemos muertos. Cualquier cosa es mejor que ser un zombi. Y si eres un diseñador gráfico, ¿que puedes dar si eres un zombi? ¿Qué pueden comunicar un cerebro muerto, unos labios apáticos?
La única salvación es reventar de vida. Administrar tu pasión con inteligencia (y tener de las dos cosas, claro).
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